Son
tiempos de estremecimiento. Tiempos donde el mundo y sus fuerzas monstruosas
parecieran dirigirnos ineluctablemente hacia la destrucción. O tiempos, como
decía Nietzsche, donde el desierto crece. El derrumbe avanza. Pero todo
estremecimiento provoca una apertura. Algo que socava los ruidos monocordes que aturden y permiten recuperar otros sonidos,
otras voces, otros relatos que nos avizoran, que incluso en lo más árido del desierto,
la vida se aferra y sigue, más allá de todo.
Y
ahí, en ese lugar liminar donde todo puede estar terminando o empezando emergen
los mitos que nos reconcilian con lo más originario: la sensibilidad, el
asombro, la diferencia.
Con
belleza, intensidad y humor Dario Sztajnszrajber y Soledad Barruti nos sumergen
en un viaje de seis relatos entre los que hay una mujer, Sémele, que anhela
vivir al menos por un instante el misterio que se esconde en la naturaleza y es
destrozada para ser renacida; y también otra, Lilith, aquella que vive la tragedia de su borradura
en la apuesta por su deseo. También, el relato de la alegoría platónica de la
caverna que nos invita a pensar los disciplinamientos interiores y exteriores,
así como el lugar de aquel que padece el doblez, al igual que Casandra, de
darse cuenta y ser incomprendido. Y también la emergencia de otro mito que es
más bien una invocación a Dionisio, el dios salvaje, el que desdibuja los
límites, el que baila en trance, el que siempre nos está liberando. También dos
encuentros, uno con Mestra, la hija del rey que devoró el bosque sagrado en ese
afán de cierta humanidad por ingerirlo todo; y otro con el Minotauro que
devoraba a otros sin querer, en su eterna búsqueda por comprender su
hibridación, tan indeseable para el orden que todo lo define con bordes
estrechos, siempre rígidos.
Estamos
hechos de estrellas y de historias, tal vez nunca haya sido tan importante
volver a ellas para recordarnos…